sábado, 14 de abril de 2018

PARTE DE NUESTRA HISTORIA

LA ÉPOCA DEL CAUCHO 


No sé si hayas ido al cine o leído revistas, blogs o libros y conocido así una de las épocas más tristes y menos difundidas de nuestra historia: la historia de los Barones del caucho y del enfrentamiento, explotación y atrocidades que cometieron contra las tribus amazónicas en los primeros decenios del siglo pasado.
Por si no lo sabes hay nombres y apellidos tristemente famosos como Arana, Fushía o el del cónsul británico Roger Cassement quien denunció sus abusos. También hay algunas películas que muestran parte de esos hechos históricos y de sus personajes. 

Hoy conoceremos a uno de ellos, a Carlos Fitzcarral del cual se tienen la película "Fitzcarrald" o el libro de Ernesto Reyna "Carlos F. Fitzcarrald o el barón del caucho" (1942). La vida de este ancashino, descubridor del itsmo que lleva su nombre, es realmente fascinante. Esto porque está menos asociado con las matanzas y abusos provocados en la búsqueda del caucho y más recordado por sus intrépidos viajes. Esto es parte de lo que de él se dice en Wikipedia:

"La búsqueda de Fitzcarrald estaba signada por la desmesura y lo repentino. Repentina y desmesurada fue su riqueza, y la casa que mandó edificar en 1892, en la confluencia del Ucayali y el Mishagua también tenía esas características. La mansión, destinada a ser su centro de operaciones, tenía tres pisos y 25 habitaciones y fue construida de madera de cedro. Jardineros chinos se encargaban del huerto. Poseía un almacén en el que podía encontrarse una gran diversidad de mercancías y junto a ella se fueron agrupando otras casas de caucheros hasta crear un pequeño poblado.
Desde Mishagua, Fitzcarrald partió hacia el Urubamba. En agosto de 1893, encabezando una flotilla de canoas tripuladas por cientos de nativos, entró al río Camisea y en cierto punto tramontó una pequeña elevación y llegó a otro río. Mandó construir una balsa y llegó hasta el Manu, que creyó identificar como un afluente del Purús, si bien en realidad lo era del Madre de Dios. A su regreso, tomó otra ruta más corta y recorrió el varadero conocido hoy como istmo de Fitzcarrald, los aproximadamente once kilómetros que separan el Serjali, afluente del Mishagua, del Caspajali afluente del Manu.
El proyecto de Fitzcarrald era construir una carretera y, eventualmente, un ferrocarril para unir las cuencas del Purús y el Ucayali. Habiendo dejado gente para consolidar la trocha, viajó a Iquitos a comunicar su descubrimiento y buscar ayuda para concretar su proyecto. Al no encontrarla, adquirió la lancha a vapor Contamana, a la que planeaba desarmar para hacerla pasar por el istmo y luego volverla a armar en el Manu. La partida de la expedición desde la capital loretana se produjo en abril de 1894.
La Contamana llegó al Mishagua y en junio de ese mismo año emprendió el viaje hacia el istmo. La partida tuvo ribetes de solemnidad, pues Fitzcarrald dio un discurso desde los balcones de su casa, en el que parece ser que pronunció las palabras que consigna Ernesto Reyna en su libro Carlos F. Fitzcarrald. El rey del caucho (1942):
"Nos hemos reunido hombres de Europa, Asia y América bajo la bandera de la nación peruana, no para emprender una aventura más, sino para ofrecer a la humanidad el presente de tierras ubérrimas, donde puedan encontrar un nuevo hogar los desheredados del mundo.
Ciudadanos del Centro, del Norte y del Sur del Perú: me acompañáis en la exploración más grande que se ha hecho en las montañas de nuestra Patria en los últimos tiempos; os aseguro que el éxito coronará nuestros esfuerzos y que agregaremos nuevas glorias a nuestra bandera.
Pueblos de los campas y tribus de los cocamas, capanaguas, mayorumas, remos, cashibos, piros y huitotos: os llevo, como un padre bueno y justiciero, a daros el premio de los montes divinales, que se extiende por donde sale el Sol, donde abundante caza os espera; allí os daré pólvora y balas para que vuestras escopetas abatan a las bestias.

Para que llegue el triunfo pronto y seguro necesitamos trabajar sin descanso. ¡Manos a la obra!".
Discurso de Carlos Fermín Fitzcarrald, con ocasión de la partida de la "Contamana" desde Mishagua, en junio de 1894#GGC11C
Después de varios días de navegación, la Contamana y la flotilla de canoas llegaron a Serjali y surcaron sus aguas coloradas. Al llegar al varadero, la lancha fue desmantelada y empezaron los preparativos para transportar su casco a través de más de diez kilómetros de selva. Esta épica travesía, en la que participaron más de mil piros y campas y hasta cien caucheros blancos, demoró más de dos meses y en su transcurso se tuvo que superar una cresta de casi quinientos metros de altura. El gran casco fue halado por medio de grandes cuerdas que lo hicieron deslizarse sobre troncos de cetico, los que a su vez se colocaron sobre anchas tablas de cedro.
El cruce del varadero no se hizo sin problemas con los pobladores nativos. Como se dijo, Fitzcarrald gozaba de gran predicamento entre los campas y piros, no así entre otros grupos étnicos de la zona, como los maschos y huarayos, los cuales intentaron oponerse a su presencia enviándole embajadas de advertencia. El cauchero ordenó entonces algunas "correrías", es decir, expediciones de represalia o exterminio, contra estos nativos, a consecuencia de las cuales murió un número indeterminado de maschos.
Al finalizar el cruce, la Contamana fue rearmada y reemprendió el viaje, ahora por el Caspajali. Treinta kilómetros adelante, los expedicionarios salieron al Manu, río que recorrerían a lo largo de otros 218 kilómetros hasta desembocar en el Madre de Dios. Por este último avanzarían 300 kilómetros más antes de darse cuenta de que no estaban en el Purús ni el Acre, sino en el gran río que los incas habían denominado Amarumayo.
En la desembocadura del Tambopata, encontraron una inscripción hecha por el desgraciado explorador Faustino Maldonado, quien había sucumbido en el Madera en 1861. Fitzcarrald hizo grabar en un gran árbol el nombre de Maldonado, como homenaje al pionero, y continuó el viaje. El 4 de septiembre de 1894, la Contamana arribó al primer puerto de caucheros blancos, el del boliviano Suárez, consiguiendo de ese modo establecer contacto con un posible socio comercial.
Y, en efecto, Nicolás Suárez, habiendo comprobado que la ruta empleada por Fitzcarrald no sólo permitía traer a la zona mercaderías a un costo que no llegaba a la mitad del que entonces asumían por la ruta del Beni, sino que aquella podía servir para sacar la goma también a precios menores, se asoció al cauchero peruano y aportó dinero para mejorar el istmo. También se embarcaron los socios en un proyecto de navegaciónpor la ruta recién descubierta, a consecuencia del cual entraron al Madre de Dios las naves Shiringa y Esperanza y se incrementó el tránsito por el Ucayali con barcos como el Bermúdez y la Unión, de 180 y 60 toneladas, respectivamente.
Fitzcarrald vendió la Contamana a sus socios brasileros y envió un cargamento de caucho a través del istmo. Después siguió por el Madera, atravesando sus peligrosos rápidos, llegó a Manaos y de ahí se dirigió por el Amazonas a Iquitos. Su periplo causó sensación en todo el Perú, pues inmediatamente se hizo evidente la importancia económica que entrañaba.
En mérito a los esfuerzos que había desplegado, Fitzcarrald obtuvo del Ministerio de Guerra la exclusividad de la navegación por el Alto Ucayali. el Urubamba, el Manu y el Madre de Dios, privilegio que le fue concedido en noviembre de 1896.
El famoso cauchero hizo todavía algunos viajes más a su varadero. En el último de ellos, partió de Iquitos el 1 de mayo de 1897. Además de mercadería para comerciar, el vapor Adolfito llevaba los rieles con los que se empezaría el tendido del ferrocarril del istmo. El 9 de julio la nave se dispuso a atravesar uno de los rápidos del Alto Urubamba, en el pasaje conocido como Shepa. Estaban a punto de lograrlo, pero en la maniobra se rompió la cadena del timón y la corriente estrelló el barco contra las rocas. En medio de la confusión, Carlos Fermín Fitzcarrald vio que su socio boliviano Vaca Díez estaba ahogándose y acudió en su auxilio, pero las aguas lo envolvieron. Así murió, a la temprana edad de 35 años.
Te dejo también una dirección colombiana para que conozcas otra parte de la misma época histórica y otro personaje, este sí más siniestro y despiadado, Julio César Arana. 

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