Comparto con ustedes un hermoso -y reflexivo- cuento hindú. Espero les sirva.
LA TORTUGA Y LA
ARGOLLA
Era un sabio tan viejo que nadie en la localidad en la que vivía tenía
ni idea de su edad. Él mismo ya la había olvidado, entre otras razones porque
había trascendido todo apego y ambición humana e incluso había trascendido la
noción del tiempo.
Estaba un día sentado bajo una higuera, con la mirada fundida con el
horizonte y la mente quieta y despejada como un cielo sin nubes, cuando escuchó
a lo lejos unas pisadas. Al dirigir la vista hacia allí pudo ver como un joven
estaba echando una cuerda alrededor de la rama de un árbol y enlazaba uno de
sus extremos a su cuello. Rápidamente dedujo cuáles eran las intenciones del
joven y, a pesar de su decrépito cuerpo, se incorporó de súbito y corrió hasta
donde estaba el joven, rogándole que desistiera de su propósito.
- No veo motivo para ello- dijo adustamente el joven.
- Tienes la eternidad por delante, amigo, así que concédeme al menos un
par de minutos. Escúchame.
-Si es sólo eso..- dijo el joven disciplinadamente.
Anciano y joven se sentaron en el suelo. Los ojos sosegados del anciano
se clavaron en los atormentados ojos del muchacho. El cielo se había teñido de
naranja y oro.
El sabio se expresó así:
- Te voy a pedir algo, querido mío. Imagina una tortuga, una sola, en el
inmenso océano, y que esta tortuga sólo saca la cabeza a la superficie una vez
cada millón de años para respirar.
Imagina asimismo un aro flotando sobre el agua del descomunal océano.
Pues bien, querido amigo, mucho más difícil que el que la tortuga
introduzca la cabeza en el aro al sacarla cada millón de años, es el haber
obtenido forma humana.Y ahora, muchacho, procede como tú creas conveniente.
Todavía está en boca de los lugareños que aquel joven llegó a la
ancianidad y se hizo muy sabio.
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